18.5.12

TEXTO III.

Hacia una economía con valores

La actual crisis no es una crisis económica más. Cuando la crisis de las deudas soberanas no solo atenaza a economías periféricas del capitalismo desarrollado sino que amenaza a economías europeas centrales, pero débiles, con alto riesgo de efectos dominó. Cuando variaciones en precios de ciertos productos agrarios en los mercados internacionales y una sucesión de malas cosechas vuelven, como en tiempos pretéritos, a generar duras hambrunas en los países más pobres del planeta. Cuando por el estancamiento prolongado de las economías del mundo no se logra reactivar el consumo y, con él, el comercio internacional. Cuando los Gobiernos de los países desarrollados aplican políticas económicas para atajar la crisis que no solo no han demostrado ser eficaces, sino que han agravado los desequilibrios y han reducido los niveles de bienestar alcanzados en las pasadas décadas. Cuando los Gobiernos son incapaces de atajar los estructurales problemas de coevolución entre el sistema económico y el medio natural y de erradicar la pobreza y el hambre. Todo ello nos permite afirmar que estamos ante una crisis estructural de profundo calado, solo comparable a la Gran Depresión de los años treinta, con la que guarda temibles semejanzas.

Y como aquella crisis, es necesaria no solo una revisión en profundidad del modelo económico de crecimiento, sino también un cambio en el paradigma dominante del pensamiento económico. La actual crisis requiere un profundo giro, teórico y práctico.

En el origen de esta crisis se halla sobre todo una profunda crisis de valores cívicos y económicos que han guiado el modelo de crecimiento. En efecto, un exceso de codicia, un escaso respeto a las prácticas de buen gobierno corporativo y una marcada insensibilidad hacia el medio ambiente y social que nos rodea, así como a las condiciones de vida y de trabajo de la mayor parte de la humanidad, han sido los valores aceptados por las instituciones y los órganos centrales de decisión en las pasadas décadas. Resulta por ello obligada la reivindicación de una economía más equilibrada y con valores sociales y económicos potenciadores del desarrollo humano y de la sostenibilidad. Debe emerger un nuevo paradigma basado en economías más plurales, donde el sector público y los otros modelos de empresas y organizaciones, en especial las cooperativas, las entidades no lucrativas y otras entidades de economía social adquieran roles significativamente más relevantes.

En este contexto, la economía social, un tercer sector de la economía situado entre la economía pública y las empresas privadas tradicionales capitalistas, adquiere un renovado valor teórico y práctico. Se trata de un sector económico que pone énfasis en las personas más que en el capital, en la satisfacción de las necesidades sociales, el interés social y el interés general más que en el lucro, y en el anclaje a los territorios y sus poblaciones más que en la volatilidad geográfica. Un sector que demuestra en la práctica cómo el interés común y los bienes colectivos pueden ser eficazmente gestionados desde el ámbito privadoEs claro que necesitamos de un cambio de valores, cuidando de mejorar nuestra productividad, desde la incorporación de conocimiento por la transferencia e innovación, que en nuestra opinión deben ser más valorizadas por universidades y empresas.

Es hora de alianzas y consensos, y sobre todo de aprovechar el talento y las iniciativas innovadoras, sin olvidarnos de las personas y del medio.

Juan Francisco Julià y Rafael Chaves. Rector de la Universidad Politécnica de Valencia y profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia



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